Más deporte, alimentación saludable y menos pantallas: la receta para prevenir la obesidad infantil

En España, la obesidad infantil continúa siendo uno de los retos más importantes en materia de salud pública. El concepto de obesidad incluye un estado metabólico, físico y psíquico añadido al de un simple aumento del tejido adiposo. Aunque en 2025 se registró una leve mejora en los índices de sobrepeso, situándose alrededor del 20% de los casos, no se debe bajar la guardia. En cuanto a la obesidad infantil, se ha observado una reducción cercana a los cuatro puntos porcentuales, alcanzando aproximadamente el 15% de los niños. A pesar de que todas las comunidades autónomas han mostrado una ligera disminución en las tasas, la prevalencia sigue siendo preocupante.
La obesidad constituye el problema nutricional más frecuente en los países industrializados y que origina más comorbilidad a corto y largo plazo. Entre las complicaciones más frecuentes se encuentran la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, alteraciones en los niveles de lípidos, problemas ortopédicos y trastornos emocionales, como la baja autoestima y la depresión. Además, los niños con obesidad tienen más probabilidades de convertirse en adultos obesos, incrementando así el riesgo de padecer enfermedades crónicas en la etapa adulta.
"Para hacer frente a la obesidad infantil, es crucial desarrollar estrategias de prevención y tratamiento que involucren no solo a la familia, sino también a las escuelas y a la comunidad en general", subrayó Henry Marcano, endocrinólogo pediatra del Hospital Universitari General de Catalunya. Algunas de las recomendaciones principales incluyen:
Alimentación saludable: En la infancia, rara vez es necesario aplicar restricciones calóricas drásticas. Lo fundamental es promover una dieta equilibrada que priorice el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas, reduciendo al mismo tiempo la ingesta de alimentos ultraprocesados, ricos en grasas, azúcares y sodio, lo cual suele ser suficiente para lograr resultados positivos. Además, es clave implementar programas educativos en los centros escolares que orienten tanto a los niños como a sus familias sobre la importancia de una alimentación saludable y la toma de decisiones conscientes respecto a la dieta.
Fomento de la actividad física: Integrar el ejercicio en la rutina diaria resulta esencial. Se recomienda que los niños realicen al menos 30-60 minutos de actividad física moderada al día, mediante deportes, juegos al aire libre o caminatas. La participación de la familia en estas actividades no solo refuerza los lazos afectivos, sino que también contribuye a la adopción y mantenimiento de hábitos de vida saludables.
Higiene del sueño: Asegurar que los niños duerman las horas adecuadas según su edad es fundamental, ya que la falta de sueño se asocia con un mayor riesgo de obesidad. Establecer rutinas nocturnas regulares y crear un entorno propicio para el descanso favorece una mejor calidad del sueño, contribuyendo al bienestar general.
Atención médica y seguimiento: Realizar controles médicos periódicos es clave para detectar a tiempo posibles problemas de peso y salud. En casos de obesidad, es esencial desarrollar planes de acción individualizados que atiendan las necesidades específicas de cada paciente, incluyendo apoyo psicológico si se requiere. Estas estrategias personalizadas permiten establecer metas alcanzables, evitando frustraciones y promoviendo una evolución positiva y sostenida.
Uso de pantallas y sedentarismo: El cumplimiento de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre el tiempo máximo de exposición a pantallas —no más de dos horas diarias— es muy bajo: apenas un 36% de los niños lo respeta entre semana y solo un 16,2% los fines de semana, cifras que han disminuido notablemente en los últimos cuatro años. El uso excesivo de dispositivos electrónicos no solo fomenta el sedentarismo, sino que también puede derivar en aislamiento social, conductas adictivas o síntomas depresivos, además de aumentar la ingesta de alimentos poco saludables y, en consecuencia, el riesgo de obesidad. Promover alternativas de ocio activo, especialmente en familia, contribuye a la creación de hábitos más sanos y equilibrados en todos los ámbitos de la vida.